La preocupación de Michael
Michael llevó a Cathy al sofá y la animó a descansar. “Siéntate aquí, mamá. No te esfuerces”, dijo suavemente, tratando de no sonar demasiado alarmado. Observándola con atención, notó lo frágil que se veía: sus fuerzas se desvanecían y su espíritu parecía apagado.
Cathy le dedicó una débil sonrisa e hizo una broma ligera para aliviar la tensión, pero eso solo aumentó la ansiedad de Michael. Se sentó a su lado, procesando todo en silencio. Los moretones, las excusas, los extraños silencios, todo apuntaba a algo más profundo. Michael sabía que no podía ignorarlo más. Tenía que averiguar qué estaba sucediendo realmente.
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