Ni rastro de termitas
Martha no perdió tiempo en llamar a un exterminador, desesperada por confirmar la teoría de su hermana. Los especialistas llegaron puntualmente e inspeccionaron a fondo cada rincón de su casa. Para su sorpresa y frustración, no encontraron termitas, ni siquiera un rastro. Sus paredes y techos estaban limpios. El alivio que esperaba nunca llegó. En cambio, la confusión y el temor se asentaron más profundamente en su pecho.
Sintiéndose emocionalmente agotada, Martha regresó a la cocina para terminar de lavar los platos. Mientras sus pensamientos divagaban sobre la idea de dejar atrás esa extraña casa, fregaba un plato distraídamente. Entonces, sin previo aviso, algo rozó su mano bajo el agua. Se quedó inmóvil. La misma sensación escalofriante de antes la invadió. Algo estaba allí.